Pese a que la noche de Halloween o noche de los muertos es una tradición con raíces anglosajonas, el carácter festivo de la misma donde se mezclan caramelos, disfraces y fiesta (este año no) han hecho que cale en nuestra sociedad y que muchas familias la hayan asumido con naturalidad.
Por eso mismo, en El Malaguita queremos recordar cuatro de las historias de fantasmas que tienen lugar en nuestra ciudad, y más concretamente en el cementerio de San Miguel, uno de los principales cementerios monumentales de Andalucía y una de las pocas necrópolis del siglo XIX que se han conservado prácticamente íntegras en España, donde el misterio y la leyenda se dan la mano. Además, se han convertido en frecuentes las visitas guiadas en este cementerio durante la citada noche.
La novia
Diversos vigilantes de seguridad decían haber visto una imagen espectral de una mujer vestida de novia vagando por el cementerio. Dicen que investigaron la tumba de esta mujer, se llamaba Carolina R.G. y falleció en 1928 por una granulia pulmonar, que en su momento se achacó a “un mal de amores” debido a que su novio la dejó plantada en el altar. Las leyendas populares señalan que Carolina vengó el abandono en el altar con la muerte de su novio una semana después de su ella en un accidente.
Pese a todo esto, según José Manuel Frías en su libro Málaga misteriosa, la familia de la fallecida negó que el fallecimiento de esta estuviese vinculado a un mal de amores.
La tumba del niño Antoñito
Este es uno de los casos extraños, más conocidos del cementerio. En noviembre de 1985, José Fernández, fraile que lleva mas de 30 años cuidando el camposanto y encargado de la capilla, tuvo la necesidad de pasar algunas noches en el interior de esta. Una de las noches, a eso de las dos de la madrugada, «rezando vísperas» y sin saber muy bien el por qué, sintió el impulso de salir afuera a continuar rezando. En el silencio nocturno escuchó el lamento de un niño pequeño. Atónito, prestó atención y lo que escuchó fue que el niño decía “¡Mamá!, ¡Mamá!”.
Estaba tan seguro de lo que oía, que siguió los lamentos hasta ubicarlos en el interior de un nicho. A la mañana siguiente, consultó los registros de defunciones, y descubrió que en aquel nicho reposaban los restos de un niño fallecido con dos años de edad, Antoñito, muerto como consecuencia de una leucemia. A partir de la noche en que se produjo por primera vez, este misterioso fenómeno se ha repetido con asiduidad, a distintas horas y con diferentes variantes. En diversas ocasiones también ha visto a un niño de corta edad que entraba corriendo en la capilla, cuando el camposanto ya estaba cerrado al público y otras personas declaran haber visto este niño a lo lejos en diversos lugares del camposanto.
Tras conocer el incidente vivido por el «Hermano Pepe», algunas personas acudieron a la tumba del niño para dejar en su nicho caramelos y cartones de leche, como un presente para el pequeño. De manera misteriosa, y en numerosas ocasiones con el cementerio cerrado, han desaparecido los caramelos o tenían el envoltorio quitado, e incluso estaban mordisqueados por dientes muy pequeños.
La pequeña María Marta
Esta pequeña falleció a los pocos años de nacer en un accidente de coche. En su tumba también se podían encontrar juguetes, pero sobre todo cartas de personas pidiendo que se solucionaran sus problemas de pareja, ya que se pensaba que esta pequeña ayudaba a solucionarlos.
Entre los testigos que han podido visualizar algo fuera de lo común, se encuentra el anteriormente mencionado José Fernández y algunos vigilantes de seguridad, que en horas en las que en el cementerio está cerrado, afirman haber visto en el rincón el cuerpo semitransparente e inerte de una niña.
El párroco Don Elíseo
Existen testigos que aseguran haber visto vagando por las callejuelas del camposanto a un hombre mayor vestido con hábitos monacales. En un principió se pensó que podría ser el Hermano Pepe pero éste quedó sorprendido debido a que la descripción coincidía con la de Don Elíseo, un párroco de carácter difícil, agrio y reservado, encargado de la capilla de San Miguel y que había muerto en enero de 1946.
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