Como bien reflejan las recetas que os traemos cada viernes en El Malaguita, este clima otoñal bordeando al propio del invierno hace que hoy queramos fijarnos en la comarca nororiental de nuestra provincia y contar la historia de Villanueva de Tapia, cuyo municipio hoy en día todavía se sigue llamando “El Entredicho”.
Para remontarse al origen de este nombre hay que viajar a la finalización de la conquista cristiana de esta zona. Iznájar es tomada en 1410, quedando bajo la jurisdicción de la Casa de Córdoba, y Archidona en 1462, conquistada por D. Pedro Téllez Girón, conde de Ureña y gran maestre de Calatrava. A partir de finales del siglo XV, las dos villas van configurando sus respectivos términos. En estos deslindes, situados en las tierras que hoy forman el municipio de Villanueva de Tapia, comienzan a surgir disputas vecinales, pues ambos Concejos pretendían hacerse con estas tierras, ricas en pastos, con un importante bosque mediterráneo y algunas hazas de labor.
Estas tierras quedaron en “entredicho” desde el siglo XVI, por lo que se le otorga al municipio el sobrenombre de «El Entredicho», según consta en el Archivo Municipal de Iznájar. En el término del Entredicho, desde el siglo XVI, los conflictos se solucionarían con acuerdos y pactos. Archidona e Iznájar ejercían una relación de Señorío sobre el Término del Entredicho, concretada en la “comunidad de pastos”. Los dos Concejos nombraban comisionados para arrendar las tierras del Entredicho, durante uno o varios años, y para el “remate de la bellota”, los maravedís obtenidos se dividían entre las dos villas.
A principios del siglo XVII el número de casas que constituían el término del Entredicho fue creciendo, por lo que comienzan a surgir más problemas entre las competencias y atribuciones de cada una de las partes implicadas. Para zanjar la disputa, el 20 de junio de 1602 los consejeros de la Real Hacienda, decidieron que el polémico término de «El Entredicho» pasase a formar parte del Patrimonio Real. Sin embargo, los Concejos de Archidona e Iznájar continúan explotándolas y repartiéndose los beneficios, aprovechándose de la distancia con la Corona.
La Corona, ante las acuciantes necesidades económicas de su política exterior y viendo que las tierras no eran demasiado rentables, decide vender el Término del Entredicho el 21 de abril de 1603 por doce mil ducados, aunque la confirmación y finalización del acuerdo de venta no se produce hasta el 30 de octubre de 1605. El nuevo propietario es un miembro del Supremo Consejo de Castilla llamado Pedro de Tapia. A partir de este momento comienza a formarse el núcleo urbano, bajo el mecenazgo de los Condes de Tapia, recibiendo el nombre de Villanueva de Tapia, por el que hoy se le conoce.
Don Pedro de Tapia favorecía el asentamiento de nuevos labradores para que trabajasen sus recién compradas tierras y la villa comenzó a registrar un importante crecimiento. Sin embargo, las villas de Archidona e Iznájar consideraban que la jurisdicción que había vendido la Corona les seguía perteneciendo a ello, lo que da lugar a numerosos conflictos que no se resuelven hasta el 12 de julio de 1605. Un segundo gran pleito producido en 1609, sobre la comunidad de pastos y su derecho a pastar en los terrenos fronterizos, termina en 1618 con la renuncia del Señor de Villanueva de Tapia a favor de su hijo D. Rodrigo de Tapia del Rosal y Alarcón, y la separación definitiva de la villa respecto a Archidona e Iznájar.
Sin embargo, los pleitos en este término no acaban ahí. Don Rodrigo de Tapia fallece en 1650 sin descendencia, por lo que se origina un largo contencioso entre la familia Del Rosal. En 1684, Don Pedro del Rosal Luna Alarcón y Rojas toma posesión del mayorazgo y respaldado por sus plenos poderes decide cambiar su nombre a “Villa del Rosal”. Así se le conoció hasta 1699, cuando un descendiente de Don Pedro vuelve a obtener por vía matrimonial los derechos sobre la villa y ésta recupera su nombre originario, por el que se le conoce actualmente.
Hoy en día podemos encontrar en la zona del pueblo conocida como trifinio un monolito con forma piramidal recordando esta disputa y el inicio de las provincias con las que linda: Málaga (a la que pertenece), Granada y Córdoba.
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