En una fecha en la que ya comenzamos a tener buenas temperaturas y estamos deseando que haga buen tiempo el fin de semana para irnos a comer a un chiringuito, en el blog de El Malaguita queremos resolver un dicho que llama la atención a los que visitan nuestra tierra, el que afirma que “la mejor época para comer espetos de sardinas son los meses sin erreAsí que en pleno mes de abril, podemos decir con voz alta: comienza la temporada de espetos.

Aunque un buen espeto de sardinas se pueda consumir durante todo el año y hace ya unos meses que contamos en el blog cómo prepara unos buenos espetos, en El Malaguita no somos ajenos a las buenas historias, por lo que vamos a los orígenes de esta tradición tan malagueña. En el siglo XIX,  la provincia de Málaga vivía fundamentalmente de la pesca y las sardinas, debido a su bajo precio, eran un alimento de gente humilde, sobre todo de aquellos que vivían de la pesca. A finales de siglo, El Palo era un pueblo de pescadores en pleno desarrollo socioeconómico y, con la llegada del tranvía y el tren, eran muchos los malagueños de otras zonas que aprovechaban los fines de semana para acercarse para disfrutar de su playa.

En 1882, Miguel Martínez Soler, o “Migué el de las sardinas”, considerado el “padre de los espeteros”, abre su famoso bar en la playa: La gran parada, uno de los primeros chiringuitos en la Costa del Sol.  Miguel fue quien empezó a pinchar las sardinas en un trozo de caña y ponerlo en la arena junto al fuego, algo que llamó la atención de los malagueños y también de personajes ilustres de la Historia de España, convirtiéndose en un punto de referencia para personas relacionadas con el mundo del espectáculo. Entre estos personajes ilustres, destaca el Rey Alfonso XII, que visitó “La gran parada” el 21 de enero de 1885, coincidiendo con un viaje oficial del rey con motivo de un terremoto que se produjo en la Axarquía. El historiador Fernando Rueda describía así el encuentro:

Cuando Miguel le ofreció uno de sus famosos espetos, el rey “atacó'” el plato con cuchillo y tenedor. En aquel momento, Miguel se adelantó y dijo: “Majestad, así no, con los dedos”.

Desde entonces aparecieron muchas personas más que han conseguido que la figura del “espetero” se convierta en una profesión que pasa de generación en generación. Y ellos son los que mejor saben por qué los mejores meses para comer la sardina, fuente de proteínas, ácidos grasos omega 3, fósforo, selenio, yodo, vitamina B12, B6, niacina y vitamina D, son “los meses con R”, o los más cercanos al verano. ¿Pero por qué? La razón es muy simple, en verano es cuando presentan un mayor índice de grasa, lo que acentúa el sabor y aroma de su carne.

Las sardinas se alimentan de plancton obtenido al filtrar con sus branquispinas el agua que entra por la boca y, también, puede cazar pequeñísimas presas directamente. Precisamente es en estos meses cuando al aumentar la temperatura de las aguas superficiales el plancton se hace más abundante. La sardina se sobrealimenta, engorda y se dota de grasa en la epidermis, almacenándola para la época de la reproducción, que suele ser en invierno, que es cuando la pierde por el desove. De ahí que al asarla, esta grasa se licua aumentando el sabor de su carne. Curiosamente entre los pescadores siempre ha habido otro dicho: “Es a partir del 23 de junio, la Noche de San Juan, cuando la sardina está espectacular”.

Y tras este artículo, desde El Malaguita sólo nos queda animaros a disfrutar de un buen espeto (si podéis, claro). Nosotros lo haremos…

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